Lo vivido en una ranchería

Rancheria 2Mis compañeros del Grupo de México me invitaron a visitar una ranchería, que equivale para nosotros los peninsulares un pueblo pequeño, de unas trescientas personas.
Hubo que madrugar para salir cuanto antes, como en huida, de la gran ciudad de México. La buena compañía, la conversación y el compartir hizo que el recorrido de más de cuatro horas, por lo visto aquí las distancias se miden por horas y no por kilómetros, fuese muy interesante y hasta, a veces, apasionante por el nivel de comunicación.
Llegados a la ranchería vimos las calles adornadas, poca gente por la calle, eran las diez y media, apenas si saludamos a dos personas y llegamos a destino donde nos esperaba una familia. Nada hacía pensar lo que había ocurrido. Después de los saludos de rigor, aquí es costumbre el abrazo con el roce de la mejilla derecha, nos informaron de la tragedia que había ocurrido en la ranchería, la noche anterior unos pistoleros habían tiroteado a una familia entera, en el que murieron tres personas y una quedó mal herida, se libraron las jóvenes que estaban ausentes. La ranchería estaba conmocionada, aturdida y exclamaban ¡Eso jamás había ocurrido aquí! Yo quedé impresionado y me preguntaba ¿cómo es posible? Pero me llamó la atención cómo las personas, sobre todo las adultas dentro del desconcierto, dejaban entrever, más por insinuaciones que por afirmaciones claras, como que buscaban algún argumento, alguna justificación, que pudiera paliar lo injustificable… Pero dejo el tema de la violencia que tanto hace sufrir y que tan poca esperanza de solución se vislumbra en este gran país que no merece, como ningún otro, la violencia injustificada que está viviendo.
Fuimos acogidos por una familia, que tenía el corazón abierto y la mesa preparada para aliviar nuestro cansancio. Después de devorar, pues hambre teníamos, el conejo, las tortillas, el huevo con tomate, los frijoles… se abrió una amena conversación. Los cohetes y la música nos ayudaron a volver a la realidad, la ranchería estaba en las fiestas patronales y nos recordaba que habíamos venido a participar también en la misa solemne en honor del Sagrado Corazón de Jesús, patrono del lugar.
Nos dirigimos hacia el templo, saludando a vecinos y familiares, casi todos tienen uno u otro lazo familiar, y como venía con nosotros una compañera que era del lugar, eso me ayudaba a sentirme menos extraño. A medida que nos acercábamos al templo más fuerte se oía la música de la banda, que estaba delante del mismo dando un ambiente de alegría y de fiesta.
Me sorprendió gratamente, al entrar a la sacristía, la acogida. Tres o cuatro mujeres, con camisa y jersey blancos y falda azul, nos atendieron sonrientes, se veía todo en orden y preparado. Un grupo de niños se movía correteando ligeramente, vestidos con pantalón azul y camisa blanca, esperaban la llegada del cura párroco, que a su vez atiende pastoralmente otras seis rancherías. Entramos en el templo, donde empezaban a tomar asiento algunas personas mayores. Devuelta a la sacristía al momento llegó el párroco, vestido de alba -me sorprendió que viniera así- y un seminarista con sotana y fajín azul, que me hizo recordar mi pasado de seminarista. Saludamos al señor cura. Las mujeres se acercaron al cura párroco para verificar los últimos detalles. Me impresionó un detalle. Las mujeres habían preparado las lecturas de la fiesta del Sagrado corazón junto a un compañero, pero el cura dijo que era la fiesta de san Pedro y san Pablo y ellas se dispusieron obedientemente a realizar la voluntad de señor cura.
Iniciamos la misa entrando, procesional y muy ordenadamente, por la puerta principal del templo, acompañados por el canto y acompañamiento de un acordeón, dos guitarras y contrabajo.
La celebración fue un ejemplo de liturgia romana, los niños se comportaron ejemplarmente sin ninguna palabra, ni ningún gesto extraño, a una señala se movían, se desplazaban de un lugar a otro. Confieso que, en mis muchos años de sacerdote, jamás había visto un comportamiento semejante. El celebrante se le vio muy litúrgico. Solamente me llamaron la atención dos cosas. La primera fue que, siendo como era el día del patrón, priorizara la fiesta de san Pedro y san Pablo a la del Sagrado Corazón, a quien la gente después de la misa llevó en procesión por las calles -sin la participación del cura- y al final de la misma pasó mucha gente ante la imagen de Corazón de Jesús, haciendo un gesto de veneración. La segunda cosa que me impresionó fue que de la tragedia que había ocurrido la noche anterior solamente la mencionara, como de pasada, al final de la homilía.
La celebración fue una liturgia perfectamente romana, pero una vez más la vida, las preocupaciones, la situación, la historia quedaban olvidadas… ¡Que pena! Cuando lo que Jesús vino para que tuviéramos vida en abundancia y eso es lo que celebramos en la eucaristía, lo que no sé si en la liturgia.
Nuestra breve estancia en la ranchería terminó con la comida en casa del mayordomo, que es elegido por tres años para la fiesta patronal. Su hijo coronó, al final de la procesión por las calles, la imagen del Sagrado Corazón de Jesús, acto con el que terminaba la fiesta. La familia del mayordomo invita a todo el pueblo a la comida que se realiza en su casa, si bien no van todos, pero son muchas las personas que acuden, al menos por lo que vi yo. Es una comida sencilla y típica, arroz, pollo y un salsa de mole, colorida, sabrosa y picante, como no podía ser de otra manera, al ofrecermel manifesté que mi salud y mi religión no me permitía gustarla, lo que acogieron complacientemente con una sonrisa franca y sincera.
La visita ha sido una experiencia singular. Acercarse al México rural, es acercarse a otro país, distinto pero no distante. Constato con admiración, cómo en todas partes, en la ciudad y en el campo, veo con qué ingenio, con qué fuerza, con qué astucia mucha gente lucha por la supervivencia, para poder vivir el día a día. Desconfían de los poderes públicos, pues no los ven interesados en responder a las necesidades del pueblo. Observo que la sombra de la periferia es muy alargada, llega a mucha gente en este país, pero a las personas de este lindo país las percibo sencillas, alegres, esperanzadas. Realmente México es un país de grandes contrastes y creo, y espero, de mucho futuro.

Nacho

2 comentarios en “Lo vivido en una ranchería

  1. Aunque me repita, tengo que decir lo mismo que Cristobal, he disfrutado muchísimo leyendo tu experiencia. No he podido evitar las comparaciones con la «rancheria» en la que vivo, y mas aun ahora que estamos en fiestas. Vendrá pasado mañana el dia del patrón y nos harán una homilia larga,tediosa e incomprensible. Les da lo mismo el patrón, una boda, un entierro… No veo sensibilidad, ni ganas de hacer «Un Sacrificio Nuestro», de todos los que participamos, para ellos es «El Sacrificio mio y vuestro». Bueno, creo que en esta «rancheria» se hubieran decretado dos dias de duelo por los vecinos asesinados, quizás porque aquí resultaria muy novedoso

    Muchas gracias por incluirnos en tus experiencias del mundo.

  2. Me ha gustado mucho la narración de tu experiencia, agradezco y he disfrutado con el lenguaje sencillo y asequible.
    Al leer tu narración me he ido imaginando el panorama que describías, me ha llamado mucho la atención, como la música y la fiesta se iban desarrollando, sin que apareciera la tragedia que señalabas al principio, estaba esperando que apareciera su referencia. Me ha sorprendido mucho la forma de enfrentarse a esa violencia, se me escapa. Coincido contigo en la apreciación de que la vida ha de vivirse y disfrutarse pero en ella debe tener también cabida el dolor.
    Creo que la liturgia debe dar respuesta a la vida y la vida es todo lo que ocurre a nuestro alrededor.
    Gracias por la narración

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