Criticar o testificar

Dos noticias me han llamado la atención estos días, porque, de alguna manera, me he sentido interpelado en mi comportamiento con las personas que piensan o son diferentes. La primera noticia es la negativa de extradición de tres consejeros catalanes por parte de un juez de Bélgica. La reacción general, al menos fuera de Cataluña, ha sido de desacuerdo y de malestar de no pocos españoles, me llamó la deferencia de una periodista en una tertulia al uso,  en vez de criticar al juez, hizo una autocrítica al preguntarse, en tono de autenticidad, es que no estaremos haciendo las cosas bien en España, pues son ya cuatro países de Europa que se han negado o han dilatado en el tiempo su respuesta a la petición del tribunal constitucional.

La otra noticia, que es muy diferente, pues más bien es una cuestión personal elevado a la categoría política, al tratarse de una pareja de políticos caracterizados por su agresividad crítica, con la oposición. Resulta que la pareja se han comprado un chalet en una zona residencial a las afueras de Madrid, declarándose defensores de los excluidos. A simple vista el hecho no tendría mayor trascendencia si no fuera porque esto despertó las iras de sus contrincantes políticos, que se han puesto en pie de guerra informativa, aprovechando ocasión tan propicia. No me extraña el rifirrafe que se ha dado entre los políticos, unos porque le recordaba a la pareja lo críticos que había sido con un compañero de partido al comprarse un ático. A lo que respondió la portavoz de la pareja, que justificaba que había sido una decisión de los dos, que lo hacían para el bien de la familia y de los hijos y que ellos no lo hacían para especular posteriormente (se supone) “como los otros”.

Este espectáculo no es nada extraña es un “combate cuotidiano”. Yo mismo ante una información, o ante una situación de la vida de otra persona o de un grupo, lo primero que siento es como una inclinación a tomar partido por uno o por otro lado, bien porque me caiga bien, o bien porque sea de otro partido, de otra religión, de otra cultura, de otro pueblo, de otra familia, de otra congregación, de otra ONG… de forma que me lleva a pensar que la rivalidad define mejor mi relación con los demás, que simplemente decir que soy un egoísta, pues esto continúo centrado en mí mismo.

Sinceramente creo que somos más propicios a la crítica, que a la auto-critica, como dice el evangelio, “vemos la paja en el ojo ajeno, y no vemos la viga en el nuestro” (Lc 6, 41). Esto denota una falta de autenticidad y de coherencia personal. Censurar al otro (persona o grupo) es erigirme en juez, es construir muro de separación, o, puede ser, justificarme a mí mismo.  Creo que de esto no están libres ni los políticos, ni los eclesiásticos.

Pienso que no puedo quedarme como espectador ante lo que contemplo a diario en los medios de comunicación, en las calles, en las tertulias de café… Cada vez me cuesta más ver esos enfrentamientos que no conducen a ninguna parte, pues más que sumar puntos de vista, de visiones, de opiniones, de verdades… lo que hace es restar. Yo si puedo corto, de lo contrario opto por callarme.

Estoy convencido que tengo que hacer algo más. Tengo que practicar un estilo de vida en mis diferentes relaciones. Tengo que crecer por construir puentes, reconocer lo que tenemos de común los humanos, hacer alianzas, establecer una comunicación como intercambio de verdades, de vidas y evitar la confrontación y el enfrentamiento. Conste que no lo hago con la intención de salvarme de la quema general, sino que, reconociendo en mí esa fuerza que me impulsa a la crítica, estoy luchando por hacer que esa rivalidad, que brota desde mi instinto de supervivencia, no me domine, sino que, al contrario, manifieste con hechos y gestos, que quiero ser más testigo que crítico.

Nacho

Un comentario en “Criticar o testificar

  1. Es verdad, lo más normal, la inclinación más normal y corriente, es la de actuar de crítico, como juez, que sin pensarlo tenemos la tendencia a etiquetar al vecino de manera pública o privada.- Pocas veces se nos escapa una circunstancia sin que hallamos formulado nuestro pequeño juicio, es muy propio del ser humano.- Lo ideal sería ocupar el lugar del otro y reconocer pacientemente y sin abrir la boca las posibles reacciones que motivaron tal hecho.- Señalar a los demás es algo que nos empuja a hacer desde nuestra pobre naturaleza caída por el pecado; resulta fácil ver el defecto en el otro, difícil ver mi pecado.-

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