A propósito de la fiesta de la Trinidad

Cuando nombramos una realidad no se logra expresar todo el significado de la misma. Así ocurre, por ejemplo, cuando decimos: la “Familia”, es tan genérico que nunca logra expresar las vivencias profundas de cada familia. Algo parecido nos ocurre a los cristianos cuando decimos: “Trinidad”, queda siempre el interrogante de lo que realmente significa, con el agravante que es difícil asociar alguna vivencia. Comparto lo que para mí lo que significa y cómo trato de vivirlo

Los evangelios nos presentan a Jesús que vive y manifiesta, en momentos cruciales y en lo cotidiano, una relación especial con “Alguien” que él llama “Abbá” y nos lo presenta como Amor. No solo puede amar, sino que ES AMOR. Él es el origen de todo cuanto existe. Por él fueron creadas las cosas y ese Amor persiste. Yo diría que nos presenta un “Dios (Padre-Madre) ANTES” de todo lo creado. Ese Dios-Amor se prolonga en el desarrollo del cosmos, de la naturaleza y de la humanidad.

También en los evangelios nos presentan a Jesús no solamente en referencia al Abbá, sino que el mismo es manifestación de ese Amor en su vida cotidiana, en sus gestos y en su breve misión, donde vive y anuncia el proyecto del Abbá, hacer una Familia Universal, que él llama Reino. Jesús es ese mismo “Dios CON” nosotros. Es en su humanidad y a través de la misma es como nos manifiesta ese Amor. No es en lo sobre-natural, ni en lo extra-ordinario, sino en el calidad y en la profundidad de lo humano donde lo manifestó. Ese Amor tiene como referente a los Evangelios.

Jesús manifiesta claramente en los evangelios que no nos abandona, sino que permanece en nosotros su Espíritu, es decir, su soplo, su fuerza, su pasión. El Espíritu es ese mismo “Dios EN” nosotros, en cada uno de los humanos. Nuestro encuentro con Dios, hoy, es con el Espíritu de Jesús que nos habita y que nos alienta a vivir ese Amor que viene desde los orígenes de la creación. Ese dinamismo nos invita a dos cosas fundamentales, la primera contemplar, ponernos en sintonía con él pues somos templo del Espíritu; la segunda es ponernos a la escucha de los signos de los tiempos para sintonizar y discernir aquello que nos mueve a seguir, hoy, el camino que conduce a la Plenitud humana que Jesús llamaba Reino.

Nacho

 

 

 

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