El relato facilita el encuentro y ayuda al propio desarrollo personal

He  necesitado un largo recorrido para  ir descubriendo  de forma paulatina, que los acontecimientos significativos ocurridos en mi vida cotidiana, me quedan más claros, ordenados y mejor vivenciados en la medida en que a posteriori me he parado a revisar y tratar de ponerlos por escrito en forma de relato.
No me ha sido fácil, para mí escribir  es una tarea ardua y complicada, tengo una letra muy mala e ilegible, por otra parte, dado que soy bastante dado a corregirme a mí mismo cuando escribo, hace que el papel quede lleno de tachaduras y borrones. Ello ha hecho que durante bastantes años no se me apeteciera ponerme a escribir. Sin embargo, desde que iniciamos este proceso de experimentación de los itinerarios y  de acercamiento a la búsqueda de entrar hacia dentro, han ido cambiando muchas cosas, desde despertarse poco a poco un mayor conocimiento de mí mismo, como aumentar mi capacidad para detener mis vaivenes de pensamiento y ser capaz de estar un rato meditando, hasta lo que tratamos aquí, el deseo de poner por escrito mis propias experiencias. En ello ha tenido gran importancia el proceso que acabo de describir, pero también, las nuevas tecnologías (desde que empecé a manejarme con el ordenador y los procesadores de texto, se resolvieron dos de las dificultades que señalé más arriba: corregirme sin problemas los borrones y sobre todo la inteligibilidad de la letra y el orden en el guardado de los escritos).

Poco a poco  he ido leyendo y buscando lo que hace que la narración tenga ese gran valor facilitador del encuentro con otros, al tiempo que me estructura a mí mismo, por eso señalo algunos aspectos:

El hombre moderno tiene necesidad de narraciones porque en la narración reencuentra espacio y tiempo para la propia vida. En estos tiempos postmodernos en que se está empezando a cuestionar el desarrollo tecnológico y científico indiscriminado, que lleva a olvidar el desarrollo humano, ha empezado a surgir la importancia del sujeto.

Hay dos maneras de funcionamiento cognitivo, dos formas de pensamiento, la argumentativa y la narrativa, cada una con su manera de ordenar y construir la realidad. Son complementarias, pero irreductibles. Los argumentos nos convencen de su verdad, los relatos de su semejanza con la vida.

La forma narrativa es una modalidad del discurso que se caracteriza por ser autorreferencial, temporal y comunicativa. El discurso narrativo se construye a partir de la vida que ocurre, de la acción humana. Un relato cuenta una experiencia personal, no es sólo un informe sobre un suceso. En la narrativa no es fácil definir los límites puros que de la contribución que  hace el autor y el receptor, que  en  muchos casos actúa  como coautor.

La narrativa tiene la particularidad de revelar el mundo de la vida  de quienes participan en la narración, es una clave para comprender la interioridad del sujeto. Es un escenario de interpretación de la realidad.

Según Metz, la teología está, sobre todo relacionada con experiencias directas  expresadas en lenguaje narrativo, esto se da a lo largo de toda la Escritura.

La pedagogía narrativa está siendo reconocida  como la fuerza más poderosa para modificar nuestras vidas. Los relatos que nos contamos a nosotros mismos y a los demás, representan la visión que tenemos del mundo y de nuestras relaciones. Esta pedagogía narrativa conlleva una apuesta por la recuperación del ser humano no sólo como alguien que conoce, sino también como alguien que  siente y quiere. El relato implica a la persona entera. No es enfrentarse a un simple conocimiento, sino que supone enfrentarse a acontecimiento vivo, que como tal puede influir en mí.

Tras esta justificación de la importancia del relato, puede sernos útil plantearnos cómo narrar nuestra experiencia de fe. Hoy día la transmisión de la fe ha cambiado bastante, ya no vivimos inmersos en una sociedad que rezuma por todas partes ambiente de cristiandad, por otra parte, está claro que el paradigma «doctrinal» tan útil en otros tiempos para la formación cristiana, hoy no es suficiente ni adecuado; al igual, el paradigma «antropológico», tampoco es capaz de dar respuesta, pues éste no  se ha percatado lo suficiente  de la gratuidad, la debilidad que en sí encierra el Reino de Dios. Por tanto se hace  necesario un nuevo paradigma, el «testimonial» o «místico», cuyas claves estarían: en la centralidad de la experiencia de Dios, en la capacidad de narrar la propia experiencia de fe en el lenguaje testimonial y en otros lenguajes  acordes con la cultura actual. En resumen para comunicar nuestra experiencia de fe es necesario recuperar el estilo narrativo, estilo que fue el que usó Jesús. El narrador creyente se vale del lenguaje vivencial, y lo hace en primera persona, por eso su palabra se hace testimonio.

A la luz de lo anterior, se nos hace evidente la necesidad y conveniencia de utilizar el relato, nuestro propio relato, que al ponerse por  escrito se organiza y nos organiza, ayudándonos en nuestro propio proceso de crecimiento. Este relato no tiene por qué ser complejo, sino que lo que podemos hacer es narrar lo vivido, describiendo brevemente el hecho o la situación,  y manifestando lo sentido, todos sabemos contar lo que vivimos. También  me parece muy importante poner de manifiesto que ese proceso narrativo que he llevado a cabo, contribuye de manera especial a facilitar el encuentro, el intercambio y la relación con los demás, pues me permite ser más fluido, sintético y claro en mi comunicación con los otros, ya que al narrarme a mí mismo y escribir he llevado acabo un profundo proceso de síntesis y reestructuración de lo ocurrido.

Cristobal Pino

Guía para la reflexión e intercambio:

  • Qué me llama más la atención
  • Cuándo te invitan a hacer un relato, qué sientes, qué te preocupa, cómo respondes
  • Cuál ha sido mi experiencia de comunicarme mediante el relato

2 comentarios sobre “El relato facilita el encuentro y ayuda al propio desarrollo personal”

  1. Comparto plenamente la experiencia de Cristobal.
    1º. La dificultad que supone hacer narración de la vida de uno mismo.
    2º. En la medida que voy ejercitándome en esta tarea, compruebo como voy aprendiendo a conocerme mejor. A ordenar los pensamientos, descubrir las tentaciones que me acechan e intuir las justificaciones que busco a mis actuaciones. Aprendo a verme tal y como soy, con mis debilidades, con mis deseos, con mis esperanzas y sobretodo como el Espíritu de Jesús actua en mi vida.
    3º. Hacer narración de lo que sucede en mi vida, me ayuda a comunicarme y me ayuda a comunicar. La experiencia de estos años, al anteponer la narración al discurso o la explicación, me ayuda a descubrir que hoy la mejor manera que tengo de anunciar la buena nueva, es narrar lo que vivo y como lo vivo. Narrar en referencia a la buena noticia de Jesús, narrar lo que pasa en mi vida, que no es ni mejor ni peor que la que la viven los otros, pero es la mía. Descubro y comparto que Dios se hace presente en mi historia, y al mismo tiempo en la historia de los otros, de una forma distinta a como lo hace en la mía, y me ayuda a sentirme solidario y unido a las otras personas.

    Gracias Cristobal. Por esta aportación tuya que me ayuda a reflexionar y cuestionar-me, para seguir creciendo.

  2. Antes que nada, gracias Cristóbal y Bernat.
    He de decir que poco escribo, soy más de leer. Pero ahora paso por una situación en la me he dado la oportunidad de escribirme, de relatarme y de leerme. Como dice Bernat, lo que escribo no es bueno ni malo, es solo lo que soy y actúo en estos momentos, sin más.
    Cuando tome por primera vez «la libreta» no sabía como empezar, entre dudas y pena me preguntaba ¿Y qué voy a poner? ¿Puedo poner TODO lo que siento y pienso? ¿Para quién escribo? ¿Quién leerá lo que escribo? y con esta dudas tome la pluma y empecé a escribir, fue LIBERADOR, como dice Cristóbal con letra «mala» e ilegible (algunas veces), pero ese día y hasta el día de hoy, no me importa y con sentimientos de molestia, tristeza y profundo dolor empecé a escribir, lo hice con letras mayúsculas, con groserías, con fuerza, subrayando…
    Desde ese día me he puesto a escribir y si, veo con mayor claridad lo que ocurre en mi y en mi vida, encuentro las «claves, características, valores, actitudes» para empezar a cambiar, afirmar o eliminar.
    El «relatarme» me ha permitido: mirarme, describirme, re-conocerme, aceptarme y asumirme para empezar a actuar diferente.
    Gracias nuevamente por su compartir

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