Una obra en su contexto

 

“Una tradición sólo puede haber muerto
si queda intacta,
si una invención no la compromete
reanimándole,
si no es cambiada por un acto que la recrea”.
“Todo lo que inyecta en una tradición
el veneno de un tiempo nuevo
es también lo que la salva de la inercia”.
Michel de Certeau, sj.

I.- UNA OBRA EN SU CONTEXTO

  1. Ignacio de Loyola en su tiempo

Toda creación humana llega en un momento de la historia. Es tributaria de ese momento y permite ver de manera viva las características y, a la vez, influye sobre ese momento y le permite llegar a un cumplimiento más grande. Los Ejercicios de san Ignacio de Loyola llegan en el momento del Renacimiento. Este momento histórico, marcado por el espíritu de «reforma», acontece en una ruptura con el mundo medieval. El elemento central de esta ruptura puede ser localizado en la emergencia del sujeto individual.

Los descubrimientos de los grandes navegantes, como Cristobal Colón, Magallanes o Vasco de Gama, prolongan al vivo las afirmaciones del siglo precedente, consideradas primero escandalosas: la tierra es redonda, y es ella la que gira alrededor del sol. La cosmología antigua es puesta en cuestión definitivamente, con todo lo que había podido inspirar en los dominios del pensamiento y de la creencia. La evolución de la reflexión filosófica acabará, un siglo más tarde, en René Descartes, en una suerte de refundación: el pensamiento no se apoya más en una ontología o una teología, sino sobre la evidencia del «cogito» (pienso). Pascal, por su parte, mientras que los Antiguos buscaban en el mundo celeste lo que inspira y gobierna la tierra de los seres humanos, escribirá a propósito del cosmos: «el silencio de estos espacios infinitos me asusta». El confirma así el cambio de mentalidad por relación a las épocas precedentes.

El pensamiento y el saber se adquieren cada vez más por los textos, entonces imprimidos y publicados, más bien que por la imagen contemplada y la tradición transmitida por autoridad. El espíritu y el estilo teológico y espiritual de los Reformadores como Lutero o Calvino están muy marcados por esta evolución, y subrayan la primacía de la fe personal sobre toda pertenencia exterior. De manera totalmente nueva, Erasmo de Rotterdam elabora su humanismo e Ignacio de Loyola crea sus Ejercicios como un itinerario de la persona individual. Después de las espiritualidades ya muy interiorizadas al final de la Edad Media, asistimos a la llegada de las experiencias místicas, particularmente de Juan de la Cruz y de Teresa de Ávila.

Es interesante observar, para comprender a san Ignacio, que la mística de esta época muestra un itinerario entre la experiencia –más precisamente un momento de experiencia vivida- y un absoluto inefable. Lo hace en un discurso de reglas prácticas, a distancia de su objeto indecible, y por naturaleza a distancia del discurso objetivo de la teología y del discurso institucional de la Iglesia. En las místicas del siglo XVI, las maneras de hacer sustituyen a la arquitectura de la teología, el método a la especulación, la relación al otro sustituye a la adecuación al ser, el estilo al contenido. El decir se vuelve performativo.

Lejos de ser un fenómeno solamente filosófico o literario, esta llegada del sujeto individual se manifiesta también por la introducción de la perspectiva en el urbanismo y en el arte pictórico al mismo tiempo que aporta el sentido de la teatralización: el mundo es el teatro donde se juegan nuestros destinos individuales. Pronto el arte barroco se hará cercano y realce del vacío y de lo inefable. También, la composición musical encuentra acentos nuevos, en Monteverdi que crea la ópera por ejemplo, buscando en la armonía y el contrapunto que adapta la carga de las palabras y que explora el universo complejo de las emociones. Todavía habría que mencionar la evolución de la relación al cuerpo, por el efecto de los progresos de la medicina…

Todo concurre para marcar la ruptura con el mundo medieval. Este nacimiento de lo humano moderno es vivido profundamente como un desgarramiento a los determinismos y a las «oscuridades» de las edades precedentes, y provoca simultáneamente en unos un sentimiento de liberación y en otros una sensación de pérdida. Estas características de la experiencia de la modernidad perduran todavía ampliamente hoy, en nuestro mundo «posmoderno».

Lo que se deja tan progresivamente y a veces dolorosamente en esta época bisagra del principio del siglo XVI, es el universo medieval, ampliamente heredado de la Antigüedad. El sujeto individual toma en lo sucesivo el sitio primordial y la función instauradora que tenía el cosmos. En la Edad Media, en efecto, pensamos por analogía: el ser humano se descifra como un microcosmo con relación al macrocosmo del universo o de lo divino, y viceversa. El Cristo Pantocrator reúne las miradas en los hemiciclos de las basílicas antiguas, las grandes elaboraciones teológicas como La Ciudad de Dios, la no separación de las esferas políticas y religiosas, la concepción de las catedrales góticas, todo es inspirado por el mismo pensamiento fecundo. Es verdad sin embargo que el apogeo de los siglos XII-XIII, algo nuevo ya está en marcha, por ejemplo en la espiritualidad de Bernardo de Claraval o en el pensamiento de Tomás de Aquino: algo como la primera vuelta «humanista», un poner en el centro de la visión del mundo sobre el ser humano y sobre la experiencia humana. Podemos ver por otra parte un fruto del evangelio que progresivamente transforma las mentalidades antiguas.

La llegada del sujeto individual marca profundamente la concepción y la estructura de los Ejercicios de san Ignacio, al mismo tiempo que es en cierto modo uno de los motores. No se sigue los Ejercicios como participante o como destinatario; si no que somos el actor, el sujeto, intentando una relación personal «directa» con Dios, en la cual el acompañante simplemente desempeña un papel de facilitador, un discernimiento para responder a las solicitudes de la vida. Aparecen como fundamentales las nociones de discernimiento de la voluntad de Dios en el teatro abierto de la vida, de responsabilidad personal en conciencia y de ejercicio de la libertad en el seguimiento de Cristo en su humanidad.

Se comprende cuanto los Ejercicios participan en este tipo de revolución que constituye el Renacimiento y hasta contribuye provocándolo. Ignacio es uno de los grandes reformadores de la Iglesia del siglo XVI. A través de sus Ejercicios, que ofrece como experiencia posible para todos (y no solamente para el clero), piensa reformar la Iglesia a partir de la interioridad de la persona -insiste en el contacto personal directo con Dios- y, para él, esta misma conversión interior de las personas acciona por ella misma la reforma de la Iglesia. Una persona renovada puede renovar la Iglesia.

  1. En medio del siglo XX , Ricardo Lombardi

He aquí que nos encontramos en otro momento de la historia. Una nueva ruptura se ha producido cuyos remolinos irán acentuándose durante dos siglos: es el impacto de la Revolución francesa. El elemento central de esta nueva ruptura puede estar localizado en la llegada de la conciencia de los pueblos que se descubren capaces de encargarse de su destino. Bajo los ojos entusiastas de unos y atemorizados por otros, los pueblos mismos se ponen a escribir su Historia, forjan su propio destino, bajo la bandera de la «nación», como un nuevo desgarramiento al orden establecido y fijado en el derecho divino. Este movimiento se volverá irresistible en el curso de los siglos XIX y XX. En un fervor impregnado a la vez de romanticismo y de iluminación racional, y sostenida por el desarrollo sin precedentes de las técnicas y de la industria, la conciencia colectiva se consolida en la perspectiva que la humanidad misma, lejos de estar sometida a una orden superior, se realiza ella misma en el progreso y que tiene que proyectarse en adelante hacia horizontes prometedores. Vemos establecerse poco a poco, y a menudo de modo frágil, regímenes democráticos.

Esta nueva conciencia favorece también el surgimiento de ideologías que quieren responder a este balanceo hacia el futuro y orientar estas fuerzas en movimiento en la sociedad. Poco a poco, vemos aparecer el fenómeno de las masas, primero reacias a los cambios, luego cada vez más receptivas, aprovechando particularmente la extensión de la instrucción. Asistimos a la subida del socialismo, en sus formas ideológicas forjadas por Marx y Engels, luego en un tipo de fermentación agitada de múltiples versiones radicales, extremas o conciliadoras, sucediéndose las unas a otras, oponiéndose de modo más o menos virulento a las tendencias liberales o cristianas. Cada vez más se dibuja en el horizonte, el del dominio de los destinos humanos en un proyecto de acción global. Este horizonte da un fin, una meta a la historia que los pueblos escriben.

En esta nueva conciencia, es importante destacar la absorción de la dimensión religiosa por política. No bajo las formas del Antiguo Régimen, donde la política anexiona la religión para consolidarse o auto-justificarse. Pero en una especie de convicción que une cada vez más a las poblaciones y que puede expresarse como sigue: el horizonte que un pueblo se da, la nación de la que se es miembro, y pronto el Estado que abre el camino del destino son el lugar por excelencia de la comunión y merecen el sacrificio de las personas. La «patria» es sagrada y es un honor morir por ella.

Otro fenómeno concomitante que también es importante destacar, es la rivalidad entre las naciones europeas. Este ocasione en el transcurso de los dos últimos siglos una inexorable subida hasta extremos que va a desencadenar la violencia sobre la tierra entera. Esta rivalidad, alimentada por la mística de los Estados-naciones, por los horizontes de progreso y de poder, por las revoluciones internas en cada país, por las promesas de las ideologías, por el desarrollo del potencial técnico e industrial de cada nación, y por la fuerza colonial muy buscada, esta rivalidad se traducirá en una serie de fenómenos que la convertirán en una violencia jamás conocida antes.

Primero la rivalidad engendra una movilización total de la población: esto comienza con la aparición de los himnos nacionales, una especie de cantos «religiosos» -cuyas letras, a veces, son muy sintomáticas de cierto extremismo. Esto conlleva también proezas en la invención de los medios para influir lo que se llamará en lo sucesivo la opinión pública. Esto moviliza las energías para un desarrollo industrial sin precedentes entre naciones rivales. Sale a la luz también entre estas naciones la voluntad, como en un duelo, de desanimar al adversario, de impedirle ser fuerte y la obsesión de desplegar al máximo la presión contra él. Se vuelve rápidamente claro que, en ruptura con el Renacimiento del siglo XVIII, no son las ideas que conducen el mundo sino las pasiones exacerbadas, las voluntades de combate y de lucha; éstas llaman la guerra, hasta las catástrofes globales e inéditas del siglo XX. Finalmente, el resentimiento delante de la supremacía del adversario constituye una palanca poderosa de réplica: ¡sabemos cuánto Hitler contará con este resentimiento de la nación alemana después del tratado de Versalles de 1919!

De este modo, si al principio es la política que acarrea la guerra, he aquí que en lo sucesivo es la situación guerrera que influye en los fines políticos. La guerra misma, antaño limitada al hecho militar y al espacio de los campos de batalla, cambia de naturaleza y compromete totalmente pueblos enteros en la destrucción, a veces hasta el genocidio. En menos de cuarenta años, dos totalitarismos asolan el planeta entero.

La intuición de una reforma

Es en este contexto que el Padre Lombardi se siente llamado a tomar la palabra e iniciar una dinámica nueva que toca a la raíz esta aceleración de la historia en un ascenso extremo de la violencia. Concretamente, es primero en Italia donde se le impone la necesidad de intervenir sobre un terreno primero devastado por la influencia fascista y luego la ocupación nazi amenazada por los éxitos de la ideología comunista.

Separarse de la destrucción a la que conducen estos totalitarismos no es posible, para el P. Lombardi que por una sola vía: la fraternidad universal, basada en el sentido de lo humano y de la relación que es dada a través de la figura del Cristo.

Promover la fraternidad universal como reforma de los corazones y de la sociedad, es afrontar la raíz del problema de la rivalidad mortífera para comprometer a nuevos costes la construcción de un mundo mejor. Y esta construcción no puede hacerse impuesto por un sistema, sino más bien por un movimiento de fondo sin fronteras, una renovación de la conciencia común, una reforma global.

Basar esta fraternidad en la ampliación perpetua sobre el sentido de lo humano que se da a través de la figura de Cristo, es tomar del revés las ideologías nacidas del humanismo europeo y que pretenden conducir de manera sistemática -y por vías totalitarias- a un «hombre nuevo». Se trata de refundar de otro modo las sociedades humanas profundamente heridas por las injusticias que genera el liberalismo desenfrenado. En sus viajes intercontinentales tan numerosos, el P. Lombardi toma vivamente conciencia de la necesidad de este combate sobre todo el planeta, lo que hace todavía más urgente a sus ojos la exigencia de la fraternidad universal.

Fundar la fraternidad universal sobre una renovación de las relaciones, es tocar a todo lo que está instituido, estructurado, planificado entre los humanos que, desde la época de la Revolución, se dieron, de modo nuevo y a través de muchos tanteos y convulsiones, los Estados, los sistemas políticos, los organismos y los convenios y tratados internacionales, los funcionamientos económicos… Es también tocar en su fondo esta antigua institución que es la Iglesia católica, donde las relaciones institucionales y jerárquicas se deben edificar sobre la fraternidad, donde las relaciones con las sociedades modernas en evolución rápida y dramática son principalmente de desconfianza, de cierre y de  condena.

Desde esta perspectiva de reforma necesaria que, muy rápidamente, el P. Lombardi mantiene relaciones constantes con papa Pío XII y siente la necesidad de fundar un grupo de promoción, donde las relaciones de fraternidad ancladas en la misión común primen sobre la situación institucional de cada uno de sus miembros.

Una intuición en consonancia con su tiempo

En el espíritu del tiempo, la intuición del P. Lombardi se presenta como un horizonte de futuro, movilizador para la acción, llevando al cambio y a la renovación, y cuya apuesta es la humanidad. Toda su vida, Lombardi será sensible a todo lo que puede traducir en proyectos concretos este horizonte de fraternidad universal.

Siempre en el espíritu del tiempo, su intuición no puede comprenderse sin su dimensión colectiva; concierne a las masas, entre las que la existencia y los movimientos de hecho son tan visibles en la época. Quiere trabajar los retos que levantan hasta en las conciencias las corrientes y las fuerzas colectivas. En su trayecto personal, el P. Lombardi comenzó por otra parte con el encuentro de masas, de gente en las plazas y en los estadios; fue, en la Iglesia, uno de los pioneros del uso de la sonorización (¡lo apodaron «él micrófono de Dios»!).

Su intuición supone, para ser comprendida en su fuerza atractiva, una atención en los retos de la sociedad y de la civilización y en la responsabilidad de los discípulos de Cristo con relación a estos retos. Ella impulsa a una perspicacia más grande la capacidad de discernir los «signos de los tiempos», no solamente en cada individuo (como lo buscaba Ignacio de Loyola), sino como ejercicio común, en círculos siempre más amplios. En su tiempo, el P. Lombardi quiere en particular provocar un despertar entre los cristianos que presenta como una cierta debilidad en la fe que los hace vulnerables ante la fuerza de las corrientes en marcha.

Finalmente, la intuición es la de una necesaria conversión, colectiva tanto como personal, por una profundización sin cesar buscando el sentido del destino humano inspirado por la persona del Cristo.

Las Ejercitaciones

Para promover esta renovación, el P. Lombardi no se contenta de sus numerosas conferencias y de sus diversos contactos. Pone a punto, poco a poco y experimentándolo, un instrumento nuevo, que valora a la vez el retiro, la sesión, el seminario y el encuentro fraternal y amistoso, pero que no se resume en ninguno de estos tipos de encuentro, ni incluso en su suma. Se trata de unos Ejercicios comunitarios por un mundo mejor, que más que simplemente inspirados de san Ignacio, son una verdadera re-expresión de los Ejercicios espirituales del fundador de la Compañía de Jesús. La clave principal de esta re-expresión, sin duda, se encuentra en la dimensión comunitaria de la experiencia propuesta.

En 1969, el Grupo Promotor, reunido en «Cenáculo», trabaja en lo que no puede faltar en la experiencia de los Ejercicios comunitarios y propone al final esta presentación ‘a la vez breve y bastante completa’:

  1. Una experiencia fuerte de Dios, hecha en grupo, esencialmente con otros;
  2. En clima de escucha directa de Dios y de diálogo fraternal sobre su Palabra y su voluntad manifestada a través de sus representantes y no menos en los acontecimientos;
  3. Con Jesús en medio del mismo grupo, llamando a una benevolencia mutua;
  4. Para una conversión personal y comunitaria;
  5. En vista sobre todo del servicio al bien común;
  6. En el don siempre más pleno a Cristo en su Iglesia y para cumplir así, todos juntos, entre hermanos, lo que es mejor para ella;
  7. Que, a su vez, es sacramento de salvación para la humanidad entera en el Reino.

En la concepción progresiva de las Ejercitaciones como en la práctica que adquieren el P. Lombardi y sus colaboradores, se perfecciona una visión de las relaciones entre Iglesia y sociedad que hará su camino por otra parte hasta en los textos del concilio Vaticano II. Esta visión puede resumirse en la noción de fermento: la Iglesia es el fermento privilegiado de la renovación de la sociedad entera con vistas a la fraternidad universal. Esto le compromete a ser más una comunión abierta y dinámica que una sociedad separada y jerarquizada. Esto le compromete al diálogo y a la acción inspiradora más que al gobierno del mundo.

 

Hoy, momento de explosión

Dos guerras mundiales, la invención de la bomba atómica, varios genocidios, graves desequilibrios económicos y crecientes, una catástrofe ecológica inminente no habrán sido suficientes para que un cambio brusco se opere de modo bastante decisivo a escala planetaria.

Mientras que las ideologías y los sistemas totalitarios se derrumban, y que la humanidad se reencuentra en cierto modo huérfana de horizonte y de promesa, se consume la atomización de los individuos y se difunde la violencia de manera larvada, intensa e imprevisible. No es posible hoy tomar el avión, incluso en región pacificada, sin ser buscado, sea electrónicamente, y sin que un cierto número de objetos incluso usuales sea prohibido en el equipaje. No es concebible que un acontecimiento de envergadura internacional y pacífica, por ejemplo como los Juegos olímpicos, se celebren sin una enorme y cotosa protección militar… Sin cesar los conflictos estallan aquí y allí en el mundo, con sus diversas ramificaciones, a veces a escala de un barrio o de un edificio.

Antaño la violencia producía de  lo sagrado; hoy ella  no produce nada más que ella misma. Situada en los extremos, se hace «violencia absoluta». Asistimos a una dramática ilustración de la antigua afirmación de Heráclito: «Polemo es padre de todo».

Éxitos Brillantes, desastres dolorosos y riesgos cada vez más inconmensurables marcan esta marcha en adelante nuestro mundo. Vivimos el tiempo de explosión: en particular las filosofías, las sabidurías, las antropologías, las religiones, todos estos viejos edificio han estallado, aunque su huella está todavía muy presente en amplias regiones del mundo.

Esta explosión es producida por dos principios motores: el principio económico («Todo lo que es posible, lo haremos») y el principio tecnológico («Todo lo que queremos, lo tendremos»). Estos dos principios conjugan su fuerza bajo la forma de un principio de expansión: producir siempre más y excitar siempre más las ganas. Su grandeza es que liberan a los humanos de la necesidad y de la ley. Su fuerza es que guardan la función de instancia suprema que se traduce por la supremacía de la economía y del dinero. Entregados a su sola fuerza, ellos disfuncionan: los desastres económicos y las crisis financieras se suceden sin tregua. Y sobre todo, se revelan destructores: generan una proliferación de las injusticias y van hasta engendrar comportamientos delirantes.

En esta marcha hacia adelante, el ser humano no está simplemente amenazado, está erradicado de la civilización. Es en adelante el gran silencio a su propósito. Un hombre tal en Buchenwald, ¿quién es ni siquiera un hombre amenazado o condenado, sino que más bien un hombre erradicado? Después de todo, un hombre amenazado, no tenemos que trabajar en su nacimiento. Basta con quitar lo que lo amenaza. Mientras que hoy, es un nuevo nacimiento de humanidad que hay que trabajar.

El desafío de un nuevo nacimiento

Este contexto actual, descrito aquí -demasiado rápidamente- bajo el aspecto del peligro en el cual pone a los humanos, da una pertinencia nueva a los Ejercicios del P. Lombardi. Abrirse a la fraternidad universal, buscar juntos el sentido de lo humano, en lo sucesivo de manera radical, experimentar en esta búsqueda dialogada la ‘salvación’ de lo que vuelve «humanos» a los seres humanos y lo que se pasa entre ellos, animarse allí mutuamente por la palabra dada e intercambiada, he aquí nuevos acentos en los cuales se despliega hoy la experiencia de ‘reforma’ y de ‘salvación’ que estos ejercicios son portadores. Simplemente no se trata de una adaptación de las maneras de hacer según el gusto; se trata de obrar una reforma que es hoy insurrección contra el silencio y la destrucción en lo que concierne a la humanidad de nuestras sociedades.

Los Ejercicios no son una formación, ni un adoctrinamiento, ni una educación. En el contexto actual, el trabajo de reforma al que se refieren se hace un trabajo de parto, de nacimiento. No operan sobre los saberes y las competencias, no son del orden de la especialidad religiosa; ellos están pensados para actuar en común lo que sólo puede inspirar una renovación a la altura de los retos esenciales. Son un combate a la vez contra los círculos de hierro en los cuales ambos principios motores encarcelan silenciosamente a la humanidad y contra las burbujas religiosas y filosóficas en las cuales la tentación de retirarse es fuerte.

Es en esta dirección en todo caso que parece interesante de re-expresar hoy los Ejercicios comunitarios, e intentar dar toda su pertenencia actual al carisma que heredamos del P. Lombardi.

 

 

II.- OBRAR UNA TRANSLACIÓN LAS EJERCITACIONES DE LOMBARDI, HOY

¿De qué se trata?

El proceso es difícil y arriesgado. Debe conjugar el respeto más grande de lo que es el fundamento y la fuente de la vida y de la misión del Servicio de Animación Comunitaria del MMM y la creatividad necesaria para responder a la situación presente. Posiblemente hay una comparación interesante en matemática: la traslación. Del conjunto x, (a) es desplazado en el conjunto en (a’), este desplazamiento operado sin que (a’) pierda ninguna propiedad de (a).

Los primeros ensayos de re-expresión de las Ejercitaciones han sido elaborados por el Grupo belga hacia el 2006, a partir del Directorio. Estos ensayos estaban particularmente atentos a los objetivos y a los frutos que hay que obtener expresados en el Directorio, intentando comprender así el itinerario espiritual propuesto. No se trataba simplemente de adaptar uno por uno los elementos de animación o las formulaciones de los contenidos. Percibíamos como un reto superior, la necesidad de salir de un trayecto pre-establecido, que pone cuestiones y supone las respuestas determinadas para poner las cuestiones siguientes…

Las palabras corrientes del lenguaje cristiano y que son esenciales en la práctica de los Ejercitaciones se volvieron hoy equívocas, sobre todo en Europa: «Dios», «Reino», «comunidad», y la misma «humanidad»… Tocan a lo último, a lo que no se puede aproximar más que por una verdadera palabra intercambiada a la altura de humanidad. La re-expresión de las Ejercitaciones como experiencia común y espiritual, consiste pues en una búsqueda fraternal, a partir de la experiencia, y a una emergencia del sentido a partir de las maneras de vivir estas últimas realidades.

Es importante reanudar con la característica original de las Ejercitaciones, posiblemente un tanto perdida en el Directorio, que pretende que los participantes no sean los destinatarios sino los sujetos de la experiencia. Esto pide elaborar un itinerario muy claro en lo que se propone y sin embargo reducido al mínimo en su desarrollo.

Es también la experiencia personal y común de los participantes lo que constituye el itinerario vivido. El ‘lugar’ privilegiado de esta experiencia es la palabra intercambiada; ésta da a luz la realidad y nuestra relación con la realidad; permite la superación de las clasificaciones y de las divisiones; genera el ‘relato’ de la vida, con la implicación de los que hablan, y que sin duda dispone a escuchar el ‘relato’ evangélico.

 

 Cuestiones previas

«Las Ejercitaciones son una experiencia fuerte de Dios, hecha en grupo, esencialmente con otros». La experiencia, es siempre lo que se dice de la vida, es una interpretación elaborada en el intercambio. Se trata no de una enumeración de anécdotas, sino de una puesta al día de lo que se podría llamar la experiencia radical, es decir, lo que toca profundamente a la vez las personas y lo que nos pone en relación. Es la experiencia de lo esencial que da a cada uno ser él mismo y de encontrar su sitio y que indica los límites de lo que permite la vida y de lo que la destruye, es decir, sobre lo que es aceptable y de lo que es intolerable. Esta experiencia supone indefectiblemente «sentirla».

«…En un clima de escucha directa de Dios…» Se trata de la escucha radical, es decir sin defensa, sin a priori, sin intención de manipulación. Esta escucha pone la atención en lo esencial. Es una escucha siempre abierta, como estilo permanente a lo largo de las Ejercitaciones, como ascesis consentida por todos. Es escucha no-captativa, según la profunda apuesta evangélica de la opción de la abertura desarmada más bien que del cierre posesivo. Es escucha de la voz que habla en el silencio de la conciencia, que no enuncia contenidos, sino que pronuncia nuestro nombre, en una suerte de «convocación a sí». Es confrontada con este ‘lugar’ de la conciencia donde no estamos encadenados por las dificultades y los afectos, como lo sugiere el profeta Oseas: «soy en tus entrañas Todo Otro, el Santo» (Os11,9) Es pues una escucha más allá de las pertenencias cualesquiera que sean.

«…Con Jesús en medio del mismo grupo…» Es la experiencia de la persona de Jesús, como «pasador» del querer vivir, del descubrimiento efectivo que no hay ningún ser humano condenado definitivamente. Es también, progresivamente, el descubrimiento de su persona y de la fe en él que aporta la percepción del carácter único de nuestra existencia, a la dimensión de desinterés y de gratuidad, que abre la aproximación del misterio de otros y engendra a la hospitalidad radical, en el desafío de nuestro tiempo de hacer de la vida como una morada posible para todas y todos. Se trata de descubrir aquello que nos ‘precede’ sobre esta Vía, que es vía de la transformación que evoca la Carta a los Hebreos: «en otro tiempo, vosotros erais extranjeros, hoy sois conciudadanos» de su humanidad, del «Reino».

Las Ejercitaciones son por ellas mismas la abertura concreta al «Reino». No son un instrumento que hay que orientar en la perspectiva de la espiritualidad del Reino; son el mismo «ejercicio» de esta espiritualidad, su fuente viva.

La espiritualidad del Reino

Si hubiera que volver a definir la «espiritualidad del Reino», podríamos decir:

  • la espiritualidad es vivir un estilo de vida que nos lleva a pensar, sentir, reaccionar, relacionarse, corresponder a, actuar…, en profundidad y en conversión permanente…
  • del Reino, es decir, una nueva forma de vivir juntos según el evangelio, comportando siempre una desproporción (una desmedida) entre lo que se puede esperar de la vida y la Promesa que revela Jesús a propósito de lo que pasa entre nosotros.

En la presente re-expresión de las Ejercitaciones, el primer rasgo se traduce particularmente en el estilo de experiencia que se propone y en la manera de abordar la realidad por la narración y el intercambio. El segundo rasgo es un primer descubrimiento en el primer Itinerario y abre a un posible recorrido ulterior. Este segundo rasgo «trabaja» pues de modo decisivo todo el recorrido del segundo Itinerario. Es claramente esta cuestión de la desproporción que hace pasar de la “fe básica” a la fe en Cristo.

Fuentes

Al principio, la presente re-elaboración de las Ejercitaciones se ha alimentado del Patrimonio del GP, los numerosos intercambios de la Comisión de elaboración, de un ensayo de re-expression de las Ejercitaciones por el GP belga en 2006 (en particular con André Elleboudt y la colaboración del teólogo Jean-Yves Nollet), algunos ensayos de encuentros en la región de Charleroi, seminarios y encuentros con Mauricio Bellet y las aportaciones del Padre jesuita Piva.

En el curso de la elaboración, el trabajo presente debe (y deberá) muchos ensayos de puesta en marcha en España, en el área de Europa latina …

Han influido de modo determinante en el presente trabajo  el pensamiento de autores como Mauricio Bellet, Ada María Isasi-Diaz, Pablo Ricoeur, Christoph Theobald y Pablo Tillich. Además, somos agradecidos también de Emilio Benveniste, Miguel de Certeau, Marcelo Gauchet y René Girard, Jean-Claude Guillebaud, Albert Rouet.

Particularmente han sido consultadas, con títulos diversos, las obras siguientes de:

BELLET Mauricio

  • Invitación. Alegato para la gratuidad y la abstinencia, París, Bayard, 2003.
  • Traslación. ¡Creyentes (o no), pasemos por otra parte para salvar todo! París, Bayard, 2011.
  • El gran ejercicio, inédito.
  • Nova vetera, inédito.

CERTEAU de Miguel

  • La fábula mística 1, París, Gallimard, 1982.
  • La invención de lo cotidiano
  • La debilidad de creer, París, Umbral, 1987.

GAUCHET Marcelo

  • El advenimiento de la democracia. I. La revolución moderna. II. La crisis del liberalismo. III. A la prueba de los totalitarismos . París, Gallimard, 2007-2010.

GIRARD Renacido

  • Aniquilar Clausewitz, París, Champs-Flammarion, 2011.

MARTIN VELASCO Juan de Dios

  • Mística y humanismo. Madrid. PPC 2007

MORLANS Xavier

  • El primer anuncio: el eslabón perdido. Madrid. PPC 2009

MELLONI Xavier

  • El deseo esencial. Santander. SAL TERRAE. 2009

ISASI-DIAZ Ada María

  • Hacia un cristología feminista
  • La Palabra: comunicación como comunión

THEOBALD Christoph

  • Transmitir un Evangelio de libertad, París, Bayard, 2008.
  • ¿Habéis dicho vocación? París, Bayard, 2010.

MELLONI Xavier, OTÓN Josep …

  • La interioridad una paradigma emergente. Madrid. PPC 2004

TILLICH Pablo

  • El coraje de ser, Tournai, Casterman, 1967.

Luc Lusy