Ejercitarme con otras personas en el Espíritu de Jesús

Lo que se pretende con Ejercitarme con otras personas:

  • Buscar juntos el sentido de lo humano.
  • Experimentar en esta búsqueda dialogada la ‘salvación de lo que nos vuelve humanos a los seres humanos y de lo que se pasa entre nosotros.
  • Animarse mutuamente por la palabra dada e intercambiada.
  • Abrirse a la fraternidad universal.
  • Vivenciar el seguimiento de Jesús en medio de nosotros, en su voluntad de hacer “ya” el reinado de Dios.

He aquí algunas claves que lo fundamentan:

Atención al ser humano y al mundo

“El camino de la Iglesia es el hombre” (Juan Pablo II). Para vivir la Espiritualidad del Reino de Dios, la clave es poner el centro de atención en el ser humano y en el mundo. En la medida en que nos situamos en la esencia de las preocupaciones del ser humano, se pondrá en evidencia la “deshumanización”, la vida amenazada no solamente en la sociedad occidental sino también en toda la humanidad, las dificultades de las relaciones humanas, la organización, los sistemas.

Cuando decimos que hay que poner el ser humano en el centro no se trata de definir una concepción del ser humano, sino que es la persona que se pregunta: ¿por qué me levanto esta mañana?, ¿quién soy yo para mí?, ¿quién es el otro?, si yo tengo trabajo ¿cuál es su sentido? ¿por qué trabajo yo? ¿por qué ocurre esto y no lo otro?, ¿qué sentido tiene mi vida?… Todas estas cuestiones de la vida cotidiana son básicas en la vida y, en cierta media, preceden al ser creyente o no…

Vivir la propia vida cotidiana

Lo cotidiano constituye el marco inmediato de nuestras vidas, el medio en el cual vivimos nuestra experiencia. Es el primer lugar donde nos topamos con la realidad, con el mundo material, con otras personas. Está hecho también por unas maneras de ponernos en contacto con la realidad -lo que llamamos la cultura-, y la comprensión que tenemos de esta relación -lo que llamamos la historia-.

Lo cotidiano es el ‘lugar’ donde acontece la vida de los seres humanos por encima de las sumisiones a las ideologías, a las doctrinas o a la disciplina de las leyes. Más aún, es el lugar donde los hombres y las mujeres «cotidianos» se sustraen silenciosamente a la influencia organizadora, tecnocrática y mercantilista de las fuerzas dominantes de la civilización.

Lo cotidiano es un lugar de invención, de astucia sutil, de táctica de resistencia, de reapropiación activa y no pasiva de los usos y costumbres.

Lo cotidiano se sitúa en cierto modo por encima de lo que pueden captar los discursos y los análisis, de manera que no puede ser comprendido como tal más que por el relato y el intercambio de la palabra. Hacer el relato de lo cotidiano equivale a dejar acontecer la vida más personal.

El relato que facilita el encuentro

Hay dos maneras de funcionamiento cognitivo, dos formas de pensamiento, cada una con su forma de ordenar la experiencia y construir la realidad. Son complementarias pero irreductibles; todo intento de someter o ignorar una a expensas de otra impide capturar la rica diversidad del pensamiento […] Un buen relato y un buen argumento pertenecen a clases diferentes. Ambos pueden usarse para convencer a los demás. Pero son convencimientos distintos: los argumentos nos convencen de su verdad; los relatos de su semejanza con la vida. Se trata, pues, de entrar en una «lógica dialógica» más que en una lógica dialéctica porque ya no se trata de con-vencer (vencer al otro) como de comprenderse a través del otro y compartir con el otro lo que se es.

Las personas tienen necesidad de narraciones porque en la narra­ción reencuentra espacio y tiempo para la propia vida. Más aún, como la postmodernidad está po­niendo en tela de juicio un desarrollo tecnológico y científico indiscriminado que ha olvidado completamente el desarrollo humano, hay una emergencia del sujeto, de hombres y mujeres que son en sus cir­cunstancias particulares.

La narrativa tiene la particularidad de re­velar el mundo de la vida de quienes participan en ella. Es una clave para comprender la interioridad del sujeto. «Una narrativa, y esa forma particular de na­rrativa que llamamos relato, trata no sólo de hechos, ideas o teorías, o hasta de sueños, temores y esperan­zas, sino de hechos, teorías y sueños desde la perspectiva de alguien y dentro del contexto de las emociones de alguien».

La palabra escuchada que crea com-unión

Esta palabra intercambiada en las personas participantes engendra una triple puesta al día: la puesta al día de mí mismo en aquello que es lo más personal (lo que no quiere decir lo más íntimo), de aquello gracias a lo cual valoramos la existencia y nos proporciona el querer vivir y, finalmente, la puesta al día de aquello que nos une las unas a las otras personas en lo que es esencial. Este intercambio es lo que nos permite ir más allá de la visión parcial, de las clasificaciones y de las ideologías.

El itinerario de palabras intercambiadas implica pues a los participantes. No así en un «discurso sobre…», una mirada superficial donde las particularidades del «yo» deben ser evitadas y donde la implicación lleva a la obligación de un acuerdo sobre una visión común. Ni tampoco es el intercambio una confidencia íntima o un desahogo anecdótico. Sino una implicación que viene del hecho de que la realidad se dice a través de lo que “yo” digo y finalmente lo que “nosotros” intercambiamos sobre lo esencial que hace vivir.

El Evangelio como una experiencia de fe singular

Los evangelios nos remiten a Alguien, que Él mismo nos remite a nosotros mismos y al mismo tiempo nos reenvía al Padre y al Reino, que es por lo que vivió, murió Jesús.

Jesús vivió su experiencia espiritual en estas dos esferas Por una parte su intimidad, la experiencia de sentirse Hijo de Dios y se expresa en una relación y en una palabra “Abbá” perteneciente al lenguaje que los niños emplean para dirigirse a sus padres que revela confianza, entrega, ternura y absoluta cercanía. Por otra su misión: anunciar la inminencia del Reino.

Esta experiencia le transformó: dejó su familia y se puso a predicar por los caminos, a curar enfermos, a consolar a los afligidos, a perdonar… Pero por encima de todo, a provocar en las personas un encuentro amoroso e íntimo con el Abbá y a inaugurar una nueva humanidad de amor incondicional, de perdón ilimitado y de confianza absoluta en los designios del Padre.

Precisamente el evangelio es un relato, que nos permite hacer nuestro relato de la vida. La palabra evangélica es pues una palabra entre «tú» y «yo», y no una doctrina o una explicación para iluminar la realidad, pues es evangélica en la medida en que yo “te” relato aquello que “yo” vivo a propósito del evangelio y que se convierte en Buena Noticia para “ti”, pues despierta, sugiere, invita, llama… a algo vivo y nuevo.

Los evangelios no fueron escritos como narración de lo sucedido por quien lo contempló, sino como transmisión de una vida renovada por la experiencia humanizadora. Por tanto, no son historias para contar, sino secretos vitales que descubrir.

Ofrecer Itinerarios de experiencia

Lo que se ofrecen son “Itinerarios”, entendidos como desarrollo de experiencias vividas y compartidas por el que nos dejamos trasformar. El método es el “medio” a través del cual se expresa lo que el espíritu vive y siente.

La pedagogía experiencial es esencialmente inductiva. Parte de la vida de las personas, de los hechos y situaciones de la vida para comprenderlos y asumirlos desde un prisma concreto, en nuestro caso desde el evangelio.

El Itinerario ofrece un camino a recorrer, con las informaciones necesarias para que los participantes verdaderamente sean actores del itinerario y no destinatarios. Cada momento está acompañado por indicaciones para los animadores: lo que está en juego, lo que puede producirse, lo que hay que vigilar, lo que hay que evitar.

Acompañantes que testifican

El secreto para vivir la vida plenamente reside en encontrar las personas adecuadas en que apoyarnos, y aquellas a quienes apoyar, mientras hacemos el camino de la vida en “solitario”.

La calidad de la vida interior se basa en la soledad, pero es impensable sin el hecho del encuentro, de la relación. La solicitud que no encuentra compañía, la soledad que no es capaz de acompañar, sólo conduce al vacío y al sin sentido de la vida.

El acompañamiento espiritual tiene como punto de partida el encuentro de personas situadas y condicionadas por un montón de cosas y de historias. Nunca se parte de cero. Condicionamientos de formación y de estudios, de familia humana y/o religiosa y eclesial, de relaciones personales, de profesión, de condicionamientos sociales y políticos… ¡de tantas facetas de la vida!

Este contexto vital puede ser percibido de muchas formas por quienes se encuentran en esta situación. Ahora bien, es evidente que esta carga condiciona y de esto hay que ser conscientes. Pero, como pasa al ir a la montaña, la mochila es imprescindible, aunque a veces se nos haga pesada. El buen montañero sabe qué lleva dentro, y por qué lo lleva.

La historia es el lugar donde se manifiesta el encuentro de Dios y la humanidad, la situación en la cual Dios se deja encontrar, el contexto en el cual se hace realidad el Dios que acompaña a la humanidad. Este acompañamiento resulta evidentemente el referente para todo acompañamiento humano y espiritual. Ahora bien, lo que caracteriza la calidad del acompañamiento de Dios mismo es la “compasión”: Dios que se hace cargo de la condición y de la situación humana, Dios que la percibe como propia, Dios que en definitiva la hace suya pero no para hundirse en ella, sino para transformarla: para pasar de muerte a vida.